miércoles, 17 de marzo de 2021

EL LIDERAZGO POLÍTICO SOCIALMENTE DESEADO 1.-

0. Ternura y vigor

La perspectiva analítica del "liderazgo socialmente deseado" es una propuesta para el diseño simbólico de liderazgos, útil para gestionar las brechas iniciales entre expectativas ciudadanas e impronta real de los aspirantes. Se basa en el supuesto de que el electorado busca, en cada escenario electoral y desde una subjetividad difusa, una oferta de liderazgo anclada en la experiencia cotidiana. En Chile, desde 1990 la oferta de figuras presidenciales ha oscilado entre lo afectivo y lo racional. Sostenemos, además, que en el particular tipo de modernización ocurrido en Chile durante los años 90 se configuró una búsqueda social de liderazgo que aspira a la encarnación de ambos tipos de atributo, lo que deviene en una aspiración maximalista insatisfecha hasta la actualidad.

1. 1990: Había que salir

El Aylwin percibido encarnó el deseo de terminar con la dictadura en el espíritu festivo de la franja electoral del NO (desde el miedo a la alegría). Su elección ocurrió sin cuestionamiento ciudadano a “la cocina” desde la que emanó su candidatura. Como sea, para el electorado que votó contra Pinochet en 1988 Aylwin fue aceptable teniendo como referencia la experiencia asfixiante de los 17 años previos. El deseo de poco más de la mitad de la población de “vivir en colores” fuer mucho más importante que los atributos personales del candidato del arco iris. La política estaba anclada sociológicamente, aún.  

2. Prosperidad si riesgo de regresión

En 1995, el ingeniero y empresario Eduardo Frei Ruiz Tagle era una marca registrada. Sus promesas de modernización calaron en la subjetividad social, al tenor del deseo de seguridad (humana). Si Aylwin era una llave pata salir de la dictadura, Frei fue percibido como una oportunidad de prosperidad en democracia. En su elección siguió ganando el rechazo al pasado reciente. Pero como ya se sabe su gobierno concluyó con un estado de ánimo colectivo donde ya se había alojado el “vago malestar subjetivo” del que hablara el PNUD en 1998.  

3. Un tiempo de mayor libertad

En ese clima subjetivo se enfrentaron, en 1999, dos paradojas: el deseo de protección encarnado en un candidato de derecha (Lavín)  y el mayor libertad cultural en la figura monumental del “primer presidente socialista después de Salvador Allende” (Lagos). Una contienda entre el populismo “cosista” de Lavín y la impronta del  estadista con mirada de largo plazo. Curiosamente, lo popular desfigurado desde la derecha y una ciudadanía dignificada como tal desde el progresismo. Sin embargo, el resultado de la primera vuelta de esa elección debió ser una primera voz de alarma respecto del desacople social que ya evidenciaba la Concertación.



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